SEN. CLAUDIA PAVLOVICH ARELLANO, LUEGO DE LA DEVELACIÓN DE LA PLACA EN HONOR A LAS PRIMERAS MUJERES SENADORAS DE LA REPÚBLICA. (17-10-12)

VERSIÓN DE LAS PALABRAS DE LA SEN. CLAUDIA PAVLOVICH ARELLANO, LUEGO DE LA DEVELACIÓN DE LA PLACA  DE HONOR EN NOMBRE DE MARÍA LAVALLE URBINA Y ALICIA ARELLANO TAPIA, POR SER LAS PRIMERAS MUJERES SENADORAS DE LA REPÚBLICA.

17 DE OCTUBRE DE 2012.

 

Aquí hay muchos paisanos, amigos, diputados federales, senadores que conocen profundamente la vida de mi madre y que saben que no es fácil que se le haga un homenaje y que ella sienta que lo merece.

Inicio con un gran profundo agradecimiento a nombre de las y los sonorenses, a nombre de la familia Arellano; aquí se encuentra  su hermana menor, Adamira.

Alicia fue la quinceava hija de 18 hermanos, del matrimonio de Jesús Arellano y Virginia Tapia, en la época en la que las mujeres no partían a estudiar.

Del pueblo de Magdaleno de Quino salieron casi todas sus hijas, incluyendo a mi madre, a la ciudad de Guadalajara a seguir otros estudios de preparatorias y,  por supuesto, estudios superiores.

Aquí el reconocimiento se le entrega a una mujer comprometida, a una pionera, a una luchadora incansable, a una apasionada por su tierra; a una soñadora que logró concretar sus aspiraciones a base de trabajo intenso.

Gracias por la distinción que hoy se le hace a la ex Senadora Alicia Arellano Tapia.

Quiero decirles que esta intervención se ha vuelto un poco complicada para poder concretar, en palabras obviamente, las emociones que siento, al ver aquí amigas de ella, como Ifigenia Martínez, María de los Ángeles Moreno, como la de las senadoras que hoy nos acompañan y que compartieron esa lucha.

Pero, por esa razón prefiero también estar reconociendo a Alicia Arellano de Pavlovich, la pionera, la que dejó huella, la que hizo historia, la que fue abriendo brecha haciendo camino para que muchas otras mujeres pudiéramos transitar con menos dificultades en este extraordinaria actividad, que como ninguna otra nos permite construir, edificar, servir: la política.

Quiero reconocer a Alicia Arellano, la que fue diputada federal en 1953, senadora de la República en 1964, presidenta municipal de su natal Magdalena de Kino, en 1973, y alcaldesa de la capital de Sonora, Hermosillo, en 1979.

Esa que a través de su carácter, de su entereza, de su decisión, siempre supo encontrar el camino para realizar el sueño de su vida: Servir a su país y construir para las futuras generaciones.

También quiero reconocer a Alicia Arellano, la mujer, la madre, la que me enseñó mis primeras letras, la que estuvo presente en mis momentos alegres y también en los amargos.  Quiero reconoce a la madre de quien aprendí los valores de la honestidad, del trabajo, la congruencia, la responsabilidad y la determinación.

Aprendí con Alicia Arellano que la política es sólo un medio y que el fin es la gente. Aprendí con ella que la política que sirve es aquella que le sirve a la gente.

Yo sé, me consta de primera mano, que no fue fácil. Para las pioneras que estuvieron en esta actividad nunca fue sencillo.

Vi y  viví las dificultades que las mujeres encontraban para integrarse plenamente a la política. Había que vencer muchos obstáculos, por eso las pioneras deben ser reconocidas, porque dieron los primeros pasos, recorriendo por primera vez esas complicadas brechas, hicieron historia y  con sus pasos dejaron sus huellas que muchas hemos seguido para transitar esos mismos caminos con un poco de mayor facilidad.

Alicia Arellano tiene hoy ya casi 30 años retirada de la actividad pública, pero con una inquebrantable vocación que la anima a seguir sirviendo a los demás.

Aún Doña Alicia, como la llaman en su tierra, sigue siendo solidaria con quienes fueron siempre su motivación: los que menos tienen y los que más necesitan.

Su ejemplo ha dejado una marcada  señal en la actividad pública que ha realizado durante esos años. En las diversas campañas en las que he tenido el honor de participar me ha abordado centenas de personas que se acercan a recordar conmigo lo que Alicia realizó hace 20, 30 o 40 años.

Doña Alicia sigue vigente en el corazón de los sonorenses y creo también de muchos mexicanos, porque la vigencia es un privilegio de quien deja huella para siempre.

Hoy en este día emblemático para las mujeres, en que se rinde homenaje a dos pioneras, a doña María Lavalle Urbina y Alicia Arellano, dos mujeres que fueron visibles por su labor, el homenaje creo yo es merecido, pero es importante no olvidar que en esta lucha hubo muchas pioneras anónimas, que en la modestia de sus tareas han hecho posible lo que en muchos años no lo fue, que las mujeres pudiéramos estar aquí en igualdad de condiciones en la Cámara Alta, en una de las más altas distinciones que se puede tener en la vida, ser Senadora de la República.

Hoy en nuestro país, miles de niñas mexicanas sueñan con ser presidentas de la República, senadoras, diputadas, gobernadoras. Hoy en nuestro país ya es posible, porque hubo antes muchas mexicanas valientes y determinadas que lucharon incansablemente para que las mujeres de las generaciones futuras realizaran sus sueños, incluyendo justamente el de dirigir los destinos de su país, de su estado, el de impartir justicia, el de ser y hacer, hasta donde los anhelos alcancen.

En 1953, éramos recién llegadas, hoy somos huéspedes permanentes de la actividad pública. El camino no ha concluido, siguen los retos, pero afortunadamente existen muchas mujeres con corazón de pioneras dispuestas a dar un paso al frente.

Gracias, por esta distinción a Alicia Arellano de Pavlovich, por reconocer en vida a una mujer que entregó su corazón, su tiempo, su pasión y su trabajo y hoy cosecha lo que por muchos años sembró.

Gracias.

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