Intervención de la senadora por el Partido Revolucionario Institucional, Arely Gómez González, el jueves 21 de marzo de 2013.
La dignidad de una nación se refleja en la forma en que se trata a las víctimas.
Con su venia, señor presidente:
Nunca voy a olvidar cómo cambió la expresión de un amigo muy querido, cuando recibió la llamada en que le avisaron que su hijo por fin había sido encontrado, pero desgraciadamente sin vida. En esos 30 segundos su vida cambió para siempre.
Como amiga, su enojo, su angustia, su sensación de culpa, su inagotable necesidad de encontrar hubieras hipotéticos, y su desesperación por remediar un pasado que ya no podía ser distinto, me dolía y me siguen doliendo.
Como mexicana no podía más que sentir impotencia ante la incapacidad del Estado de ayudar a mi amigo y a su familia, además de haberle roto la promesa que le hizo de garantizar su seguridad y la de sus seres queridos.
Lo abandonó en los momentos más duros de su vida, despojado de su hijo, mi amigo vivió su duelo sin ayuda o apoyo de su país, México.
El día de hoy, nos convocan las modificaciones a la Ley General de Víctimas que responden precisamente a eso, emanan desde luego de la necesidad jurídica de pulir y mejorar la Ley que fue publicada en enero para que su aplicación corresponda al espíritu con el que fue creada.
Surgen también del gran compromiso al que la sociedad civil nos ha convocado, de atender una demanda que hace una ciudadanía dolida y agotada.
Provienen además de la convicción que existe en la administración del Presidente Enrique Peña Nieto y de este Grupo Parlamentario del PRI en el Senado de la República de atender una realidad a la que el Estado ya no puede ser sordo.
Pero sobre todo, estas modificaciones nacen de la obligación que tenemos como legisladores de todos los partidos, de trascender nuestra labor técnica para contribuir a la consolidación de un pacto social, justo y solidario para todos los mexicanos.
Es precisamente por ello que al referirnos al concepto de víctima que se encuentra en esta Ley, no debemos suponer que se trata de un individuo anónimo, sin rostro, lejano a nuestra realidad.
Las víctimas somos y podemos ser todos. Son las madres y son los padres que en este momento recorren el país sin perder la esperanza de encontrar a sus hijos.
Son los hijos que crecieron sin padres, pero también sin las oportunidades de las que fueron despojados al perderles.
Soy yo, Arely, como esposa, como madre, como hija, como amiga, como abuela, nunca exenta de convertirme en víctima.
Es en esa medida que las personas que hoy son víctimas y todos los aquí presentes que podemos serlo, celebramos que las adecuaciones que aquí se proponen, resulten en un instrumento fuerte, sólido y eficaz.
Es cierto, a mi amigo esta Ley no le regresa a su hijo, y jamás sanará su dolor, pero con ella, el Estado garantiza el apoyo en el camino que le queda por recorrer.
Muchas gracias.